viernes, 23 de diciembre de 2011

PADRE es todo aquel que lo merezca

Por Moraima Zulueta. moraima@gritodebaire.icrt.cu

Era una recién nacida y ya balbuceaba tu nombre de cuatro letras, sin apenas sentir el calor de tu cuerpo, porque el destino así lo impuso.

Sujetarme de tus manos para guiar mis primeros pasos; sentir un cálido abrazo; pasear contigo; treparme sobre tu cuello con gestos de cariños recíprocos, y hasta dormirme acurrucadita en tus brazos… fueron anhelos que siempre crecieron conmigo.

La escuela en sus distintas enseñanzas, el amor de estudiante; la formación vocacional; y el compromiso laboral, entre otros desafíos propios de la vida, fueron acontecimientos que siempre reclamaron de papá ausente.

Sin embargo, han transcurrido más de 40 años, con una carga de responsabilidad que me convierten en el horcón de la casa, sin empañar principios y actitudes, a sabiendas que tu compañía es imposible.

Pese a que vivimos siempre separados y desconozco de tu real existencia, tu paternidad es insustituible, porque tu hija siente orgullo cuando compañeros de labor de los “viejos tiempos” reconocen de tu inteligencia en la sidero- mecánica; cuando se habla de tu solidaridad para con muchos en momentos de ayudas humanitarias. Esos méritos reconfortan saber.

El rencor del pasado por tus errores se apartan, y felizmente ha llegado la madurez en defensa de tu nombre, y en reconocimiento de que existe un padre no perfecto pero sí con sus virtudes.

¡Que regocijo sentía tu hija cuando rectificaste para bien, y me despertabas con esas llamadas telefónicas para escuchar tu voz!… mi corazón se agitaba en presencia del intercambio ; después llegaba el desvelo; recuerdos que nunca caerán al vacío.

Tristeza y alegría se mezclan en este tercer domingo de junio, fecha para recordar que PAPA existe no como un ser divino, pero sí como un hombre que me engendró, porque hijo puede ser cualquiera, pero PADRE todo aquel que lo merezca.

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